Me empeñaba en guardarte. Cada día de verano adornaba tu caja.
Te escapaste, como el aire.
Tejía mi trenza con sus negras manos. Yo sólo pensaba en cortarla y entregártela.
Perfilo nuestras huellas, huecas, en el asfalto.
Las esquirlas de mil conchas cascabeleaban. Recordaba tu nombre en el lento vaivén de las olas.
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